Jeringuillas, vías de plástico, tubos de aspiración, envoltorios, el propio humo de la electrocirugía (el uso de corriente eléctrica para cortar tejido), los gases anestésicos que liberan dióxido de carbono (CO2)... pasar por el quirófano tiene un alto coste para el medio ambiente en términos de residuos, incluidos los restos biológicos, y aquellos que resultan peligrosos por su naturaleza patógena.
Una operación quirúrgica produce casi 20 kilos de desechos; una operación de cataratas puede liberar cerca de 182 kilos de CO2, el equivalente a lo que expulsa un coche tras recorrer 506 kilómetros, y una operación de prótesis de rodilla genera 9 kilos de residuos, de los cuales casi la mitad supone un riesgo biológico y requiere un tratamiento de alto consumo energético para su eliminación segura.
Así lo sostiene el profesor José Antonio Rodríguez Montes, miembro de la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME) y catedrático emérito de Cirugía de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha ofrecido estos datos durante la sesión científica 'El impacto de la cirugía en el medioambiente', celebrada en la RANME y en la que ha abordado un asunto al que no se suele prestar demasiada atención: la basura que genera la práctica sanitaria en los hospitales, para lo que pide la aplicación de las 3R (reducir, reciclar y reutilizar) sin que ello afecte a la actividad quirúrgica.
«Un hospital siempre generará residuos y desechos de impacto medioambiental diferente, dependerá del lugar concreto donde se ejerza la actividad: en las consultas, laboratorios, quirófanos, áreas de urgencia, salas de exploración... No se trata de reducir la actividad hospitalaria, sino de gestionar mejor sus costes», afirma Rodríguez Montes, que también fue jefe del Servicio de Cirugía General y del Aparato Digestivo del Hospital La Paz de Madrid.
El doctor recuerda que el tratamiento de los pacientes en un hospital genera desechos que pueden afectar a la salud humana y al medioambiente. Por ejemplo, un hospital con 100 camas produce una media de 1,5 a 3 kilos de residuos por día y cama. En este sentido, el 75% y 90% de los residuos hospitalarios son similares a los comunes; entre el 10% y 25% se catalogan como biológicos y el 5% se consideran peligrosos dada su naturaleza patógena. «Los quirófanos generan entre el 20 y el 35% de todos los residuos y pueden consumir hasta seis veces más energía que el resto del hospital», asevera Rodríguez Montes, quien reconoce que estas salas tienen un gran impacto ambiental, en parte por el uso de gases anestésicos, y porque muchos de los artículos utilizados son productos desechables de un solo uso.
Pero no se trata de reducir la actividad quirúrgica. «La prestación de servicios quirúrgicos es básica para lograr muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la Organización Mundial de la Salud; de hecho, además de los 313 millones de cirugías anuales que se realizan en el mundo, se necesitarían 163 millones más, ya que en los países más pobres solo se realiza el 6% de los procedimientos quirúrgicos, siendo el volumen quirúrgico medio de 424 por 100.000 habitantes cuando el objetivo recomendado por la Comisión Lancet es de 5.000», ilustra el académico.
Las cifras son llamativas: entre el 5 y el 33% del total de los residuos biológicos que se envían a incineración se generan en el quirófano y, aunque el 75-90% de los residuos originados en los hospitales pueden catalogarse como residuos comunes, el 18% de los accidentes con riesgo biológico provienen del quirófano. «La cantidad de residuos y su manejo también dependen del conocimiento y la sensibilidad del personal de quirófano», sostiene. Otro ejemplo es el caso de la electrocirugía. «La electrocirugía se aplica en el 85% de las intervenciones. Estudios internacionales han demostrado que la ablación de un gramo de tejido equivale al humo de seis cigarrillos y que un día de exposición en un quirófano equivale a fumar 27 cigarrillos», reconoce Rodríguez Montes.
En general, explica este académico, se utilizan más de 50 tipos de artículos de plástico en el quirófano a lo que se suma la envoltura que llevan para preservar su esterilidad. «De la misma forma, por cada paciente que recibe anestesia se puede generar más de un kilo de residuos plásticos. La anestesia general produce casi tres veces más desechos plásticos por procedimiento que la sedación o anestesia local, incluyendo jeringas, vías de infusión, tubos de aspiración y envoltorios», manifiesta. «Si bien los materiales que han estado en contacto con fluidos biológicos no se pueden reciclar, se estima que hasta el 60% del plástico utilizado para la anestesia en cirugía podría reciclarse», añade.
Asimismo, los hidrofluorocarbonos (HFC) como el sevoflurano y el desflurano se han convertido en los anestésicos inhalatorios de elección en la mayoría de los países debido a su seguridad y propiedades farmacocinéticas. Sin embargo, «estos gases anestésicos son los responsables de una liberación equivalente a 3 millones de toneladas de CO2 afectando al calentamiento del planeta, ya que la emisión global de HFC aumentó un 128% entre 1990 y 2005, y se prevé que aumente un 336% para 2030», matiza este cirujano.
¿Cuáles serían las mejores prácticas para gestionar los residuos hospitalarios de una manera sostenible? «Aunque en España contamos con el
Decreto 104/2002, del 26 de julio, de Ordenación de la Gestión de Residuos Sanitarios y otras normativas, es fundamental la implementación de nuevos planes de gestión de residuos, la instrucción y formación del personal al respecto, la
correcta separación de los residuos en función de su naturaleza y el uso de tecnologías adecuadas», opina Rodríguez Montes.
El cirujano apuesta por la aplicación de la regla de las 3R: reducir, reciclar y reutilizar. «Es clave la creación de una dinámica eficaz de trabajo en relación con el reciclaje; la asunción del papel clave de la enfermería en el liderazgo del reciclaje en quirófano; la reducción del impacto ecológico y energético del área quirúrgica mediante adecuaciones y equipos eficientes; el reciclaje máximo posible del papel, el cartón y de los plásticos generados; la colocación de los elementos usados en recipientes de reciclaje; la regulación del consumo de agua y de la temperatura, así como el uso de dispositivos médicos reciclados cuando sea posible», detalla.
También aboga por «el uso de luces LED; la reducción del plástico usado para envolver instrumentos quirúrgicos cambiándolo por recipientes de acero inoxidable reutilizables y esterilizar el material dentro de ellos; la sustitución del óxido de etileno por peróxido de hidrógeno, esterilizante más limpio y eficiente; la auditoría básica de residuos; cirugía con anestesia y técnicas de menor emisión, cuando sea posible, sin merma de la calidad y seguridad del cuidado del paciente; fomentar los circuitos cerrados y evitar los circuitos abiertos en los equipos de anestesia (reducen la deshidratación y pérdida de calor); la reducción de las tasas de flujo de gas fresco en el uso de la anestesia, lo que aporta beneficios clínicos, ahorra costes y reduce la emisión de carbono, así como el uso de filtros de aire siempre que sea posible», puntualiza.
En su opinión, el manejo integral y la eliminación de los residuos hospitalarios no depende solo de los recursos económicos, sino que a veces «la mayor eficiencia radica en la conciencia social y ecológica de todos los implicados: personal sanitario, de mantenimiento y limpieza», concluye.