España ha mejorado notablemente en la reducción del desperdicio urbano, pero el crecimiento del comercio electrónico en las dos últimas décadas lastra los avances. Según un informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA, mientras que los residuos urbanos se han reducido un 32%, los residuos electrónicos se han más que duplicado entre 2009 y 2018, y los envases y embalajes han crecido un 12%.
El aumento es un fenómeno compartido por el resto de los países de la Unión Europea, que se explica por la digitalización y la generalización del comercio online, según el informe conjunto de las entidades. El documento indica que España ha pasado de generar una mayor cantidad de residuos urbanos per cápita que la media europea (653 kg por habitante) en 2000 a reducir esta cifra en un 32,5% y situarse más de un 10% por debajo de la media europea en 2021 (472 kg por habitante).
España es, según el texto, el país que más ha reducido sus residuos. La buena evolución se debe especialmente a la reducción de los residuos químicos (-68%), de madera (-69%), textiles (-50%) y plásticos (-50%). Con todo, al país le quedan deberes por hacer: las tasas de reciclaje no llegan a la mitad de los residuos, y la tasa de uso circular de materiales es “muy modesta”, rozando el 10%. Este indicador, indican los expertos, ha empeorado con el paso del tiempo perdiendo 3,3 puntos porcentuales entre 2010 y 2022, mientras que en Europa se ha incrementado.
El informe encuentra disparidad en las tasas de reciclaje por tipo de residuos. Según indica, desde principios de siglo las tasas de reciclaje españolas han aumentado considerablemente, especialmente en el caso de los residuos urbanos (99%) y determinados residuos como envases y embalajes (76%), residuos electrónicos (8% desde 2010). El documento concluye que es necesario aumentar la investigación para reducir los residuos y mejorar el reciclaje de materiales. Asimismo, recoge que la economía circular “también requiere cambios culturales en los consumidores y sus hábitos de consumo, lo que puede impulsar el desarrollo de nuevos modelos de negocio basados en la denominada economía colaborativa o en el alquiler de determinados servicios en lugar de la propiedad del bien que los presta”.